La cabeza de Arcapranos se parte en dos, y con la velocidad de un rayo, el brujo las vuelve a juntar sin el menor rastro de la herida. Usted, maravillado, no logra hacer el menor movimiento. Una trampa se abre entonces bajo sus pies y cae usted en el fango. No está usted solo, varias fieras le hacen compañía.