Ese miserable e insignificante enano no será capaz de hacerle daño -piensa usted, y dándole la espalda se dirige al túnel que todavía no ha explorado. Un gruñido ronco a sus espaldas le hace desenvainar la espada y darse vuelta con agilidad. Frente a usted un Tigre-sapo le observa, listo para saltar.