Súbitamente, la silueta que usted había descubierto bajo el manto negro comienza a transformarse con una respiración jadeante. En segundos, Arcapranos, el brujo de la Montaña del Fuego, se concreta en aquella masa sin forma y vuestro corazón da un salto. Su risa diabólica hiela vuestra sangre; ante tal horror, toma usted vuestra hacha y comienza una corta plegaria.